¿Y mi tequila?: embajador de México en El Vaticano recuerda al Papa Francisco como hombre carismático

Cada que el embajador de México en la Santa Sede, Alberto Barranco Chavarría, tenía cita con el Papa Francisco, el pontífice siempre lo recibía con una petición y una pregunta.

La petición era que le saludara al presidente Andrés Manuel López Obrador o, más recientemente, a la presidenta Claudia Sheinbaum, de quienes se sabía sus nombres completos.

Y la pregunta era en realidad una broma para mostrarse cercano, romper el hielo y dar a entender que conocía la cultura mexicana: “¿Ahora sí me trajiste mi tequila?”

“El Papa Francisco era un hombre muy sensible, sobre todo en cuestiones de sufrimiento humano; un hombre muy cercano a la gente, un hombre con un carisma especial, no exactamente el carisma que tenía San Juan Pablo II, pero sí un hombre que sabía cómo acercarse a las personas y sabía cómo ganarse a la gente con algún comentario, broma o guiño que le quedara grabada en la mente”, explica Barranco.

Al tratarse de uno de los países con el mayor número de católicos (aproximadamente 75 por ciento de los 126 millones de habitantes, México siempre estuvo entre las prioridades del Sumo Pontífice, relata el diplomático.

El Papa nunca perdió su ADN latinoamericano, en consecuencia se identificó perfecto con todos los países de América Latina. Alberto Barranco Chavarría, embajador de México en el Vaticano

En el caso de México tenía un especial interés en saber lo que estaba ocurriendo, en saber cómo estaba creciendo la fe y sabía perfectamente cómo se estaban moviendo las cosas; si los obispos estaban trabajando bien o tenían alguna situación que no le gustara, siempre tomaba medidas al respecto. Durante sus 12 años de papado, siempre tuvo a su lado la imagen de la Virgen de Guadalupe”, detalla Barranco.

Nombrado embajador de México en el Vaticano en agosto de 2019, poco después del arranque del gobierno de López Obrador, Barranco tuvo la oportunidad de convivir con el jerarca católico durante casi seis años, tiempo en el que Francisco condenó el avance del narcotráfico, el aumento de los homicidios y el asesinato de sacerdotes jesuitas en Chihuahua.